lunes, 28 de diciembre de 2009

Ser feliz.


“¿Por qué lloramos?”... yo digo que por muchos factores. Lo primero; de dolor (físico), ya que no tenemos palabra alguna para curar aquéllo, entonces, por inercia, responde nuestra sensibilidad, entre lágrimas observamos la zona afectada, y nos invade la impotencia de no poder hacer nada más que eso, y esperar a ser curados de alguna u otra forma. Segundo: de dolor (nuevamente, pero esta vez cito al dolor emocional), se parece al caso anterior, la diferencia es que en esta situación si podemos pensar y hacer por algo por dar una solución, pero cuando llega el llanto es porque precisamente no le hayamos solución o una angustia demasiado grande que nos hizo explotar y quebrarnos en el interior, por lo cual, existe una liberación mediante los ojos, que humedece el rostro, pero al final, tampoco es la cura a lo que ocurre. Entonces podemos mencionar que lloramos por amor o desamor, por una perdida o por un reencuentro, por una muerte o una vida demasiado injusta, por confusión o soluciones demasiado drásticas, por pobreza o exceso de riqueza, por ciertos diálogos que nos hicieron perder algo o la posibilidad de diálogo que perdimos con alguien, por ausencia o presencia, por avanzar tanto que nos damos por perdidos del punto inicial o no poder retroceder. Por ello es que lloramos, cuando no hayamos respuestas ni en argumentos ni palabras de aliento. Tercero: de emoción (no se incluye el dolor, por ningún motivo), y esto es signo de tanta felicidad, que en el interior también explota algo, pero lo que no se soporta es el peso de tanta alegría, la cual huye y se pierde entre hombros y abrazos de quienes se contagian de una sensación similar pero más discreta. Cuarto: de felicidad y nostalgia (sí, es posible que haya una mezcla de ese tipo), otra vez ocurre una explosión, pero ésta es por confusión máxima, pues nos ponemos ante la situación de dar un paso al frente o echar pie atrás, por ejemplificar aquéllo, puedo decir que ocurre algo así con los viajes, pues una persona se marcha por determinado tiempo, el sujeto afectado llorará de felicidad pues sabe que será algo positivo para la otra persona, simultáneamente, las lágrimas son de nostalgia por la ausencia que dejará esa partida que no durará para siempre. Se puede tratar de estar en una posición determinante, pues anhelamos el futuro y ya comenzamos a extrañar de sobremanera el pasado, eso demuestra lo mucho que nos apegamos a ciertas costumbres. Como conclusión... el llanto, en tres palabras, es: inevitable, efímero y nihilista.
Hablando de llorar... hace pocos días tenía tanta pena que no lo pude evitar, y me dejé caer -es normal, la nostalgia es un mal que llega a todos e invade tan sólo de cuando en cuando-, fue parte de una noche sin esperanzas, en donde ni siquiera la luna era testigo, sólo el límite del techo... En la mañana sentía la misma amargura, entonces salí de casa, caminé a paso de querer correr, puesto que se hacía tarde; me cansé bastante, y al sentir esa sensación recordé que estoy viva. No lo había pensado, en todos estos año tuve conciencia de que tenía que estar en constante movimiento, pero no estaba agradecida de haber visto una primera luz al salir al mundo. Sentí el aire fresco calmando el calor que me plagaba desde el primer cabello, y agradecí... si había un remedio; la felicidad puede estar hasta en lo más sencillo, incluso puede ser un motivo apoyarse bajo la sombra de un árbol sobreviviente en la ciudad. Luego... en algunos casos, no encuentro asiento en el metro, todo el mundo sube exaltado a los vagones, puede que no exista esa regla de “Deje bajar antes de subir”, ni modo... me siento en el piso, con la espalda apegada a una de las puertas, e inevitablemente ante mi vista, nada más que culos ajenos. Siempre que viajo me pregunto quién será la última persona en bajar del vagón, o si yo algún día fui la última en abordar la orilla del andén. Suele ocurrir que de a poco los pasillos se ven más vacíos, dado que la gente tiene distintos paraderos, aunque algunos se bajan en los mimos lugares, no es preciso que vayan juntos, y me es imposible adivinar hacia donde se dirigirán todos -pueden ser supermercados, centros comerciales, oficinas, escuelas, universidades, construcciones en pleno proceso, cementerios, parques, moteles, prostíbulos, cafés con pierna, locales de comida rápida, restaurantes, ferias artesanales, plazas, piscinas, cines, e incluso lugares fuera de la periferia... etcétera-, también se da, que muchos realizan la misma actividad, pero en esos tramos colapsados, nadie le toma importancia a esas coincidencias. Aveces creo que no quiero dirigirme a ninguna parte, y que podría necesitar sólo un pedazo de tierra para rodar y reír hasta el cansancio, quizás, y si tengo suerte, hasta podría parar en una utopía... ser feliz, no es encontrar un lugar que cubra todas las necesidades de consumismo material o social... es dirigirse hasta donde el instinto nos guíe y nos haga notar que el mundo es tan grande que no podemos estar parados siempre en donde mismo. La felicidad es caminar y notar que ha modo de metáfora, las nubes si se pueden tocar, que no basta con soñar; hay que salir y cumplir cuanta fantasía e ideal se plante en nuestra mente. Ser feliz, es darse cuenta que aún podemos ver el cielo ahí. Me planteo más preguntas, ¿El cielo es azul?, así como lo vemos y colorean los niños, ¿O será una proyección de algo que está mucho más allá? -aunque, lo que si tengo claro, es que Chile si tiene su cielo azulado, tal como dice nuestro himno-. Le he dado más vueltas al asunto; tal vez llorar no es tan malo, sino más bien, algo necesario, algo que te libera, que otra vez te hace notar que estás vivo y aún puedes sentir. Todavía viajando, ahora estoy de pie, y me veo reflejada en el vidrio de una puerta... agradezco tener cada extremidad en perfectas condiciones, miro mis manos, pienso que son hermosas, y que a cualquiera podrían encantar... cuando menciono que me puedo mirar aún, es grandioso, pues muchas veces miramos, pero no nos detenemos en abundar los detalles más pequeños, digo que es maravilloso, también, porque adoro entrar en otras miradas hasta invadir lo más profundo de esa persona; saber qué piensa, qué siente, qué desea... ser feliz, es ver más haya de lo visible, explorar en profundidad cada espacio para llegar al tacto y palpar con dicha el descubrimiento que hemos hecho gracias a nuestra reciente visión, puesta ahí, dispuesta a encontrar rincones por doquier. La felicidad, está en la dicha de reflejarse en otro par de ojos que por un instante viven por ti...
Fuera de la estación, camino, y el calor no da tregua... una razón para sonreír puede ser la comicidad de nunca estar conformes... cuando sentimos el sol ardiente sobre nuestras cabezas, sólo queremos que una nube lo quite de nuestros ojos entrecerrados, y al contrario, ocurre lo mismo cuando el frío entra hasta los huesos, sólo deseamos que el sol se deje ver para estacionarnos como lagartijas esperando rayos de él. Veo miles de anuncios pegados en los postes de luces, aunque por supuesto, no faltan los sujetos que tratan de quitarlos para publicar la información que más les conviene... algunos se ven interesantes de leer... y noto otra razón por la cual ser feliz... agradezco el amor que le tengo a la literatura, tanto escribir como leer, a la profunda capacidad que poseo para redactar cada idea que me parezca necesaria compartir... las letras también constituyen la felicidad -al menos para mí... es así-.
Vuelvo a casa, el mismo camino, pero en sentido contrario, y todavía sola... pero vuelvo... ser feliz no significa estar rodeado de cuanto individuo se presente en nuestro camino y nos proponga amistad o compañía, no significa depender de la comprensión de la sociedad... la felicidad está dentro de nosotros, e incansablemente, debemos hallarla en pequeños detalles... en el viento que sopla con calma, en una hoja que cae en nuestro hombro, en agradecer la vitalidad de nuestra tierra, en ver flamear una bandera como significado de que somos independientes, en leer un libro y dejarse encantar por un sencillo relato, en oír una canción tendidos en el pasto, en darnos cuenta que estamos completamente vivos ante cualquier suceso, en tomar de la mano a alguien que lo necesite, en cantar aunque sea sin armonía, en encontrar una vieja fotografía, en dar un abrazo a cambio de una sonrisa, en mirar una estrella e imaginar que alguien está observando el mismo punto, en sentir a una hormiga caminar por nuestro antebrazo, en oír nuestra voz y saber que aún podemos expresarnos ante el resto, y hasta gritar si es necesario alzar nuestros deseos, en saber que si queremos, podemos alcanzar todas las metas, por muy distantes que estén de nosotros... pero en resumen; es sólo encontrar belleza donde nunca la viste.
No se trata de tener todo lo que uno desee, es estar conforme con detalles diminutos que antes no tuvimos tiempo de apreciar. Tampoco se trata de hacer felices a otros por abandonar nuestro bienestar emocional... debe ser algo mutuo, que se pueda compartir, a partir de esa complicidad, se puede contagiar a todo el que quiera enamorarse de detalles cotidianos que no agradecemos porque nos acostumbramos a que estén siempre ahí... pero llegó el tiempo de dar las gracias... llegó el tiempo de ser feliz, y no morir porque algo no salió como esperábamos... se trata de luchar, de vencer el miedo, aunque sea difícil, no paralizarse ante lo complejo....
Ser feliz, no significa ser perfecto, significa luchar porque todo salga mejor.
Ser feliz, no es conformarse con lo ya aprendido, es explorar mucho más, y saber que todo puede adquirir un nuevo significado que nosotros determinemos como la explicación más lógica... significa aprovechar el conocimiento y la capacidad que poseemos para reflexionar con respecto a lo que sea. No se trata de estar de acuerdo con todo lo que presente la sociedad por sólo simple moral, sino más bien, debemos seguir nuestras convicciones tal cual, sin que nadie interrumpa en ello y hasta el final.
Eso es... la felicidad no está tan lejos como parece, se encuentra, de hecho, mucho más cerca, demasiado diría yo... dentro de nosotros mismos (¡lo vuelvo a repetir!).

lunes, 21 de diciembre de 2009

Paradoja.


No podrá ser mejor para ambos -como tú mismo mencionaste de sugerencia-, hasta incluso podría ser más grave que la vaga solución... créeme que duele más, por el hecho de reprimir las palabras, aunque, debo decir, que lo que nunca se podrá remediar es el inevitable y maldito sentir, que abandona todo lo racional, toda la supuesta solución. Por uno y variados motivos, no será la excepción; seguiré escribiendo, inclusive cuando sienta un dolor en un lugar que no puedo palpar con mis manos, aun cuando sienta un miedo horrible, también por otras cuestiones que ocurren, y junto con esto, acaban por dar un golpe del cual es difícil recuperarse porque sí... pero hay que luchar, de todas maneras... es muy complejo, pero es lo que se debe hacer.
Y te vería. Ya estábamos de acuerdo; cervezas y conversación. No fue tan sólo aquéllo, te sentí en mi hombro, me robaste un beso; me dejé asaltar, sin oposición alguna. No quería que así fuese, pero me dejé llevar y para más remate me gustó, me agradó, me invadió el alma; si es que en verdad tenemos alma, pero en dónde más se podrían sentir ese tipo de cosas si no es ahí, en un rincón intocable, que sólo reacciona cuando el pensamiento ya no puede responder ni detenerse a hacer nada más que cerrarte los ojos, por una eternidad, como para morir en unos brazos que te estuvieron esperando para estrecharte con más fuerza que nunca. No lo niego; fue hermoso. Incluso, sin quitarte la piel, pude sentir tu sangre jugar con la mía, ardiente, impaciente, coagulándose para no ensuciar las venas con otra aceleración. Lamento que me hayas visto llorar, no lo pude evitar, me preguntaste que ocurría, te dije que nada, pero es evidente que siempre que alguien responde citando a la nada misma es porque es mucho más que una respuesta, vale más que otros argumentos, es casi una comparación con esa expresión que se refiere a que el silencio otorga, lo siento mucho, tenía pena, puede que me haya afectado verte nuevamente. Admito, no hicieron falta palabras; ahora me entero de cuanto nos necesitábamos... pero también ahora, es cuando las palabras están sobrando, es por lo mismo que nos hemos dedicado a discutir y a opacar la importancia de aquella tarde. Hubiese preferido que nos atáramos de manos para no escribirnos nada que nos terminase quebrando por completo, duele demasiado, pero no sé dónde está ubicado el punto que debo cubrir. Es realmente triste, no sé si comprendes cuán triste es, por dar un ejemplo, es doloroso como ir a una cena con gran multitud; pero no hay multitud, ni siquiera un pequeño núcleo de personas. Completamente, se siente la soledad pues ni siquiera se puede ver la propia sombra, tan sólo sentir el eco del corazón, que retumba por costumbre y no respeta el hecho de tanta quietud. Estando así, sin ningún respaldo en donde apoyarse, sentada en el aire, pero sin poder respirar. De todas maneras, la cena debe continuar, ahora, el problema es que tampoco hay cubiertos para sujetar, ni siquiera está servido el plato – de hecho, no hay plato-, sólo una mesa vacía y sobre ella una vela que yace apagada, expulsando los últimos rastros de humo. Luego adviertes que no vale la pena estar en aquella cena, ya que tampoco viste que no era necesario; y de repente descubriste que no tenías hambre, pues no tenías estómago. Bien, así de triste es esta situación, pero es todavía más nostálgico, pues si tenemos estómago, e incluso -y mucho más vital aún- un corazón... apenado por nuestras humana idiotez. A pesar de todo, me permitiré contarte que es lo que me atrae de ti; no eres tan sólo una persona... eres mucho más que uno, claro, eres varios... en conjunto, reúnes todos los defectos y virtudes, en un equilibrio desmedido, que me confunde, pero me llama la atención a tal punto que necesito saber de ti; y quizás sí... necesito de ti. Y ya sé, mi antigua carta te mató, pero a la vez, yo también morí, porque todo lo allí escrito; cambió... no pude evitarlo, pero soy humana y no tuve la intención de detener lo ocurrido el fin de semana, digamos que fue así por magia o algo que justifique lo inexplicable, pero me sentí más viva que de costumbre, exagerando, en un mundo nuevo en donde nadie podía hacer o ver algo. Tú mismo te puedes dar cuenta que la carta es una total paradoja, ya que en un lugar decía que no te quería volver a besar, pero lo hice igual; lo hicimos, mejor dicho. Te cuento donde estamos; en una novela, y para desgracia nuestra, nos han escrito mal y sin compasión, pues nos unen y nos separan, nos vuelven a juntar, y nos vuelven a expulsar de capítulo en capítulo, tenemos un número de páginas incontables, quizá por eso, nadie nos entenderá ni leerá nuestra historia por completo, pero ahí seguimos, plasmados en unas páginas, entre borrones, palabras puestas al azar fuera de margen y una que otra falta de ortografía. Tú sabes que Dios no decidió esto. Seguiré mi existencialismo, y te diré que el hombre es el único responsable de sus actos, de su destino, y de lo que sucede; es una consecuencia... Dios puede perdonarnos, pero no armará nuestro camino, ya que el tiene cielo, y nosotros; nosotros tenemos tierra e infierno a la vez.