sábado, 30 de mayo de 2009

Desencuentro


Parece que mi piel presintió que no volverías más después de nuestro reencuentro, por lo mismo te abrasé con tanta fuerza. En el fondo sabía que era un hasta pronto lejano o un adiós definitivo, sólo podía vivir el momento y marcar un día de tu vida. Que pena tan grande, me perdí en tus ojos creyendo que mi pequeña imagen dejaría una luz en ese par de ventanas empañadas. No sé si tu mirada tiene la capacidad de mentir, pero cuando te miré de cerca, encontré en el centro de tus ojos un amor inmenso. Ahora tu mirada está ausente, muy lejos, concentrada en otros objetos, no puedo asegurar nada, ni amor, ni desamor, sólo puedo comprobar que no me quieres observar, que mis palabras no son suficientes para dejar una lágrima de emoción en tus ojos, ni idea si hubo un gesto de felicidad en tu cara al leer todas las palabras que nacieron de mi, gracias a ti, aún inspiras y cortas mi imaginación, y aún provocas que mi corazón quiera más de algo que con mis manos no puedo sujetar a mi lado.
Todos los días han sido grises últimamente, la lluvia ha caído con tanta fuerza, las nubes ocupan más cielo que el mismo aire, ¿Por qué será?, ¿Porque ya no estas?, ¿Porque ya no me amas?, no sé y no sé.
No entiendo qué está pasando, tampoco puedo meterme en tu mente para descubrir al fin que nombre darle a esta situación.
Qué puedo decir... Ocultar sentimientos sería jugar a ser una orgullosa despechada, pero eso a mi no me da resultado, no entro en papeles que no me corresponden, es por ello que aún queda mucho, demasiado que sentir. No lo negaré, Te amo así como el agua ama al aceite, no se pueden mezclar, pero de todos modos tratan de estar juntos, por suerte no somos ese tipo de líquidos, es posible que seamos sustancias que correrán juntas el mismo trayecto (ojala sea así... ojala). Te amo así como las mujeres maltratadas aman a sus bestias de maridos, a ese extremo te he llegado a amar, no es una exageración, la diferencia es que no has tocado mi cuerpo con una mano repleta de furia, pero recibir una abundante indiferencia y sentir que el corazón se cae a pedazos, duele más que cualquier golpe. Te amo así como la luz ama morir en la oscuridad, juro que aceptaría cualquier contraste difícil de superar, al menos ven a mi luz un momento para apagar mis ganas de poseerte por última vez. Te amo, sólo como yo sé hacerlo, y nadie, ni una, ni otra, Te amara de la forma en que yo lo hago. Al final, ambos salimos perdiendo, yo, porque me quedo con este sentimiento tan grande acumulado en el pecho, tú, porque te rodearas de sentimientos que no igualarán la intensidad del mío. Ambos perdemos, los dos nos perdemos en la niebla que nos separó. Ahora nuestro reencuentro se transforma en un maldito desencuentro. Cadáveres de mariposas sin piedad me llenan el estomago que antes se revolvía de tanta felicidad, y me siento tan tonta, sigo soñando, y llenándome de ganas de tenerte sólo para mí.
Se pierde la sensación de tu ser perturbando mis deseos, quedan las imágenes de nuestro reencuentro recorriendo toda mi sangre, como ahora es un desencuentro, los recuerdos me matan...

Un sabado (Uno de tantos) con Paulina


Pensé que no tendría nada que hacer esta tarde, si hubiese sido así, mi cama me acogería hasta abrazar mi alma cansada. Por suerte vino mi amada amiga Paulina. Cuando entró en mi habitación, como me siempre me sorprendió con las manos en la plancha, y yo peinando mi pelo con el afán de dejarlo liso, tan plano, que simulara la imagen de una peluca de cabello natural, ya muerta, esperando un uso necesario. La diferencia es que a mis mechas les sobra vida, se juntan en grupos enormes, perturbadas por el aire bailan desde una raíz hasta tocar mi cara, y al final, alisar y alisar mi cabello, no sirve de mucho, termino ondulada, dejando pequeñas señas de mechas simétricas tratando de aplanar lo irreversible. Una carcajada interrumpe la dedicación a mi cabellera, cuando mi papá se dirige al patio y repite la frase que ya memorice, "Cuando te pongas vieja, quedaras pelada", esa oración pone una risita que se transmite por mis ojos más que por la misma boca... No es impuntualidad, ya es costumbre, cada vez que Paulina llega a casa, siempre me sorprende en lo mismo, luchando por un liso extremo o mirándome al espejo mientras delineo mis ojos con un negro intenso y penetrante. Reclama mi calma para hacer las cosas, se sienta en un sillón esperando impaciente a que esté lista, miro su expresión, sus brazos cruzados indican cierta molestia por mi demora. Parece el fragmento de una obra de teatro, siempre la misma escena; ella sentada en un sillón, y yo en otro sillón poniendo atención a cada palabra y tratando de apurar mi eterno arreglo. Cuando ya estaba lista, tomaba mi cartera y la llenaba de objetos que ni siquiera ocuparía, Paulina sólo me pedía que le llevara un cable delgado, ella nunca sale con cartera o bolso, lleva lo necesario en los bolsillos de su pantalón, en cambio yo, llevo lo innecesario en una enorme cartera de charol, lo único útil que siempre se pierde entre tantos objetos, es un buen libro, para mi es vital estar rodeada de letras, y para mi amiga es vital andar con sus audífonos en las orejas y perderse en melodías que se meten hasta llegar a su corazón.
Fuimos de compras, Paulina ponía en mis manos gran cantidad de prendas, buscaba algo de mi talla en los colgadores, y yo, exigente ante la ropa, criticaba los bolsillos o aborrecía el color demasiado claro de los jeans. Paulina tiene una paciencia admirable a la hora de acompañarme a cualquier tienda. No sé cual es el problema, si mis caderas o mis muslos, la cuestión es que curvas anchas se marcan en esas zonas, eso implica, tomar un par de pinzas y tratar de escoger un pantalón afortunado de cubrir mis medidas imperfectas. Entre a un probador cubierto de una luz amarilla, al frente de la puerta un espejo más grande que yo, y en un rincón solitario, un asiento débil en su posición apartada. Hice mil esfuerzos para no caer, en el intento de subir esos pantalones tensos en su primer uso, me iba de un lado a otro, todo se caía al piso sin sutileza, mi amiga me gritaba tras la puerta "Estúpida, ¡Deja de azotarte!", y su tono de broma me hace tanto reír (siempre). Hasta que al fin encontré la prenda correcta, después de interminable minutos de subir y bajar pantalones, sofocada por el calor que produce el apuro. Habrán sido dos horas ¿O más?, qué importa, las horas son cortas cuando caminamos por los pasillos hablando de la nada, de la vida y de los hombres... Y salimos de ese núcleo estafador, felices de encontrar algo útil y capaz de cubrir desde el sexo hasta los talones, y yo, con una bolsa colgada de mis dedos, en realidad, la bolsa parecía una manzana plástica, era verde, exactamente como esas manzanas a las que se les aplica sal por todos lados.
Tomamos helado, con base de yogur (¿Qué ingredientes mezclarán mañana?), yo de frambuesa, ella de chirimoya, es mucha la diferencia, pero al fin y al cabo ambos son helados, es como la comparación, yo vestida de negro, ella vestida de colores cálidos como el otoño, y formamos una sola gama de colores, al fin y al cabo, somos amigas. Cómo es posible, es raro y gracioso a la vez, Paulina me dió su cono vacío, no sé por qué no le gusta, pero a mí sí, en gustos no hay nada escrito, y es lo mismo en el caso de los hombres, a ella le gustan los de piel morena y corazón de oro, yo no veo apariencias en ellos, sólo pido un alma dolida difícil de sujetar entre los brazos, para luchas hasta el cansancio.
Ahora es su turno. Le costó decidir, tenía miedo de ver parte de su cabello largo y liso derramado por las baldosas blancas. Demoró todo el consumo del helado, y al fin dejo escapar un "Sí" en tono inseguro. Y tomada su decisión, entramos a la peluquería, habló con un hombre con gestos afeminados, me senté en una silla, y de mi cartera saqué un libro grueso y plastificado, como si nunca sido explorado por tantas manos y ojos en suspenso, no podía despegar la vista de cada página cubierta de letras, todas unidas a un sentido mágico. La esperé, mientras mi imaginación rodaba una película improvisada. Tantos espejos me confundían, no podía ver como las tijeras dejaban al descubierto parte de su espalda. Cuando nos marchamos, se quejaba de su corte como si hubiese perdido todo el cabello, pero yo sé que le crecerá pronto, y de nuevo su cintura quedará oculta tras su pelo.
Avanzamos por la calle fría, un poco de niebla se denotaba por la iluminación de los focos nocturnos. Tomamos un colectivo, Paulina estaba molesta por el alto precio del pasaje, y yo pensaba, "Antes era mucho más barato viajar distancias cortas, pero ahora, todo sube, el dinero se hace dueño del país, del mundo y de los bolsillos hambrientos de billetes, pero ¿Qué se puede hacer? (...). Lo bueno de los colectivos es que tienen espacios limitados. Si cada transporte tuviera un asiento reservado para cada persona, se anularía un poco la impuntualidad o el cansancio, pero es imposible... ¿Quién nunca ha sido aplastado en el injusto transporte público? (...) y ¿Qué taxímetro no corre con voracidad? (...)". En el trayecto de vuelta a casa, comentamos muchas situaciones, de repente le dije que estaba molesta, que tenía mucha rabia, me pidió que le dijera por qué, y comenzé a hablar sin detenerme, mencioné la molestia que tenía con "Todo el mundo", le dije la rabia que sentía con el egoísmo de la gente, siempre es así, primero ellos, segundo ellos, tercero ellos, pero así es; si no hubiera individualismo, no tendríamos un futuro propio, pero hace falta que ciertos individuos nos den un poco de su suerte alguna que otra vez, no es mucho pedir. Lo peor es que la gente abusa de mi ingenuidad y mi capacidad de dibujar una sonrisa en mi cara aunque el dolor me supere, por eso la mayoría hace comentarios sin pensar en que me dolerá, que en el fondo se clavará una espina infectada de rabia u odio, o cualquier sentimiento que se pinte negativo ante la sociedad. No sé que pasa, pero este último tiempo todo ha fallado con "Los cercanos", le dije, ¿Tú crees que debería ser menos generosa con las personas?", y me respondió, "Si así te pagan...". No necesito grandes consejos que me hagan sentir más débil, la honestidad de Paulina le da firmeza a mis palabras, lo mejor es que sabe escuchar, nunca me interrumpe cuando describo un exceso de injusticias, al final me dice "Te entiendo" y con eso es suficiente, con eso alivia el grito de rabia que retumba en mi interior. Me dice que no esté triste, me mira a los ojos como adivinando que la pena es más grande que yo, y cuando la miro a los ojos, se nota su preocupación por mí, es la única que de verdad se planta en mi lugar y ocupa palabras simples y sutiles para calmar mi repentina angustia...
Después de un viaje en colectivo, nos bajamos, pusimos los pies en el cemento y no dirigimos a un local con computadores en cada rincón, ocupamos un equipo cada una, y el servicio aquel, corre como taxímetro, pero mucho más moderno, y pensar que en otros países la internet es ¿Gratis?, o al menos cuesta menos pagarla, en fin, se debe amar al país con sus defectos y virtudes (no puedo dejar de mencionar que amo a mi país), es lo mismo con las personas, defectos y virtudes, sentimientos de por medio... Casi 45 minutos navegando por la web, de página en página. Lo malo del internet, es que nos acusa y delata a todos sin darnos cuenta, lo bueno, es que descubrimos montones de verdades sin hacer muchos esfuerzos. Ese fue el problema, leí lo que no quería aceptar, la verdad en grandes cantidades hiere cuando es una cruda realidad, no fue novedad, un hombre (uno más) me rompió el corazón, sin darse cuenta de sus actos inconscientemente dañinos, ya no es novedad, me toman y me dejan. La indiferencia duele más que cualquier explicación que agrave la falta. Recordé una frase que Paulina me dijo antes de entrar en la peluquería "A veces las cosas que hacen mal, hay que dejarlas ir...", y me llené de dudas, tiene razón, al parecer, es mejor dejar de rogar por su amor, sentirlo en silencio y esperar a que vuelva por este corazón, si no lo hace, es porque nunca acepto tomar mi corazón en sus manos. No quiero darle más vueltas al asunto, por ahora...
Camino a casa, le comenté lo ocurrido, me dio ánimos, y de igual modo mis ojos se llenaron de una pena inevitable, "¡Tengo mucha rabia!", le dije con un tono cubierto más de pena que de rabia, ella me contestó "Son tan raros los hombres...", y seguimos tratando de buscar una explicación para tanta desdicha. Un frío se apoderaba del ambiente, corrimos para no congelarnos, cuando entramos a casa, tomamos un café, comimos una que otra cosa para quitar el hambre, las palabras iban y venían. El próximo fin de semana, seguiremos cultivando nuestra amistad, saldremos por ahí, reiremos de cosas simples y hablaremos de hechos y deshechos

lunes, 18 de mayo de 2009

Reencuentro


“Reencuentro”

“Acordamos una hora y fecha antes de lo previsto. Desperté a las 5:30 a.m, no podía dormir tranquila pensando en que en pocas horas más nos veríamos. Me daba vueltas en mi cama de un lado a otro, las nauseas me invadían, es que mi estomago estaba repleto de mariposas (así se dice que se siente el amor). Después de horas de girar entre mis sabanas acorraladas de tantos latidos impacientes, me levanté, me vestí con mucho cuidado para tratar de verme muy linda para ti, puse en mi boca el labial adecuado para que luego se borrara por completo entre tus labios y los míos, el espejo me dio la seguridad de que me mirarías con mucho amor. Salí a la calle, el frío se metía en todos lados, el sol aparecía con timidez y mi imaginación me adelantaba el momento que esperaba. Caminé a la escuela tratando de avanzar a paso lento para no arruinar mi peinado, de igual modo mi cabello es demasiado inquieto para permanecer en su lugar, pero era lo de menos. Permanecí pocos minutos en mi lugar obligatorio, en cuanto pude huí de mis responsabilidades, crucé la puerta pensando que algo podía dejarme sin cumplir mi palabra, por suerte disimulé mis ganas de escapar...
Te esperé en el lugar exacto, diez minutos y no llegabas, veinte minutos, treinta minutos y aún no llegabas, de mis ojos estaban a punto de caer un chorro de tristeza, pero cuando te vi a lo lejos, la tristeza se cambio por estrellas navegando en mi mirada. Por un momento me quede en blanco pensando en algo coherente que decir, no hizo falta nada, me tomaste de la mano como si nunca me hubieses soltado, un calorcito abrigaba una de mis manos deseosas de dejar sus huellas en ti. Caminamos hasta llegar a una plaza cubierta por el típico sol que exagera en la mañana, nos sentamos en propiedad de nadie, me dijiste que me extrañabas y lo comprobé en tus ojos, nos besamos, y reviví los recuerdos que en aquel momento se estaban haciendo presentes nuevamente, al fin recuperé tu sabor, reviví la secuencia de movimientos que tenían nuestros labios unidos, y mi boca agradecida de saciar la sed de ti. Nos abrasamos, y yo te abrasaba con amor, no quería soltarte nunca más, quería atarte a mi cintura para siempre, que no nos dejáramos huir jamás. Te abrasaba, apoye mi cabeza en tu hombro, anhelaba respirarte de cerca, miraba hacia el vacío, evite llorar de emoción, de todas maneras tenía miedo de que fuera nuestro último encuentro, pero deje el miedo de lado para disfrutar el reencuentro. Tú estabas más grande, y yo me sentía cada vez más pequeña entre tus brazos. Te amo, Te amo, que hermoso sonaba decirlo en aquella banca privilegiada de sombra. Quería tirarme al pasto para encontrarle formas a las nubes o ver las hojas secas moverse con disimulo entre las ramas, pero nuestra alergia al pasto, tú sabes. Besos y abrazos, la gente se extinguía, el ruido de los autos desaparecía, el mundo no era mundo, solo faltaba que llovieran hojas secas sobre nosotros, te dije que me encanta el otoño. Me perdí en tus ojos, tu mirada me consumió por completo, no olvidare como me miraste. Besos y más de esos, ya no me importaba que alguien notara que no estaba donde debía, las multitudes solo eran partículas flotando en el aire. Besos por montones, de a poco acerque mi mano a tu punto débil, me desesperaba pensar en algo entonces, la sangre me hervía por dentro, y por fuera me poseía un escalofrío que contenía más calor que frío, cuando tus dedos recorrieron por fuera esa grieta cálida deseé con tantas ganas tenerte en un rincón oscuro solo para mi... Seguimos caminando, nos perdimos por ahí. Soñaba despierta con besarte todo el resto del día. Estabas tras mi cuerpo impaciente, te sentía tan apegado a mi que la pasión se derramaba en mi cuerpo, mi piel pedía a gritos que tus manos cumplieran la magia de erizarme por completo. Y lo hiciste, sedujiste mis sentidos. Te sentía tan, tan cerca, tan apegado a mis deseos que te quería aún más cerca, tan cerca que acabaras siendo una parte más de mi cuerpo, que te incorporaras a mi carne. Tú, tus manos, tu cuerpo, querían hacerme tuya. No era el momento, ni el lugar, y la hora de despedirse estaba por alcanzarnos. Y continuamos el camino, no quería dejarte ir, era un milagro tenerte junto a mi de nuevo, aunque las horas se detuvieron cuando Te amé mirándote a los ojos, volví al tiempo real. Adoré la mañana junto a ti, a tu lado me sentía viva otra vez. Nos despedimos en un paradero, un beso para recordarnos, se marchaban tus ojos que brillaban en los míos. Crucé la calle acumulando esperanzas para verte pronto.
Subí a un bagón del metro, me fui pensando en nosotros, el ambiente se macha de recuerdos, y los recuerdos me alivian el corazón. Tengo fotos de nosotros, quiero una copia para cada rincón de mi casa, tengo un alma para ti, quiero llenar cada rincón de tu corazón...Te amo.”

lunes, 11 de mayo de 2009

Para Ignacio


Ignacio:
Mi niño, te debo un regalo de cumpleaños, dime que prefieres; mi corazón envuelto en papel de regalo brillante o yo con una cinta roja atada al cuello, dime cual de las dos, ¿o las dos opciones te gustan?...
Ignacion, Mi Ignacio, repito una y otra vez tu nombre, suena tan lindo tu nombre entre mis labios, lo pronuncio y aún no sé si es real que haya alguien como tú. Si es real, debes de ser un ángel pisando este suelo gris. Si es un sueño, no me despiertes, que quiero vivir con los ojos cerrados pensando solo en ti. Mi Ignacio, permiteme llamarte así, para que todo el mundo se de cuenta que eres mio, mio.
Corazón, no sé que pasa, siempre algo impide nuestr encuentro, y mientras más te extraño, más Te amo, más te deseo a mi lado, más aprendo a quebrar el tiempo y la distancia, más y más se acumulan los latidos que tengo para ti. Te debo más besos de los que podría darte en un solo día. Simplemente te extraño; de lejos se van acercando nuestras palabras y cuando logren ponernos frente a frente, guardaremos silencio para dimensionarnos de nuevo y averiguar que si somos reales y estamos cubiertos de piel y de un corazón que nos golpea desesperado en el pecho. Pero paciencia Mi Ignacio, esperame que pronto tomare te mano de nuevo. Ayudame a encontrarte, que la niebla espesa no logre cegarnos y cambiarnos el camino.
Paciencia, paciencia, que el amor perdura en el tiempo cuando pasa mucho rato en el alma.
No es una amenaza, pero si una advertencia... Cuando te vea no te dejare huir de mi vida, cuando te sienta invadiendo mi piel, me hundire en tus ojos para que no me olvides y no me dejes salir de tu mente. Cuando me hables de amor, te hablare de lo mismo, para que luego te quedes con mi boca. Cuando me veas de nuevo, acariciame para que tus manos se enrreden en mi cabello y no puedas liberarte más. Cuando te vea de nuevo, el corazón me rompera el pecho de felicidad, y tendras la posibilidad de recogerlo para que te quedes con el.
Te Amo Ignacio... Mi Ignacio.

viernes, 8 de mayo de 2009

Dolores


Tenía tanta rabia. Me dolía la cabeza, mucho más de lo que me dolía cuando desperte, hasta mis huesos se veían agotados ante este maldito resfrio. Ahora viene la causa de mi penosa ira; solo quería descansar hasta sentirme mejor y ver la televisión sin necesidad de ponerle atención. Las personas malhumoradas buscan escupir sus rabias sobre otros, como si aquellos "otros" fueran culpable de todo. Esa vez me toco a mi ser golpeada por una dosis de palabras letales, sentí la humillación correr por mi sangre que ardía, y como un volcán, estalle en lágrimas. No quería llorar, me frotaba los ojos con tal fuerza que era para peor, no sabía como detener la desesperación que corría sobre mis mejillas rojas de pura rabia. De la frente me brotaba un sudor insano que moría en mi cabello humedo de tantas gotitas saladas. Quise ser fuerte, pero no pude, bajos los ojos me colgaban dos bolsitas negras que parecían ser el inmundo resulto de semanas de haber llorado día y noche, sin parar. En realidad solo fueron horas, pero libere toda la pena que acumule en mis ojos durante días en que no me derrumbre ante todas las personas que me miraban a los ojos, como si hubiesen adivinado que estaba a punto de llorar a mares. Es dificil retener las lágrimas, porque las muy maliciosas cuando no las dejas escapar, se van al corazón y nos terminan ahogando igual... Miraba el techo como si me fuese a caer una solución divina. Salí de mi cama para no ser devorada por mis sabanas multicolores que no lograban teñir mi animo. Camine hacia el baño arrastrando mis pies, no podía sostenerme con calma, las piernas me temblaban, el corazón se me encogia y en mi cabeza martillaban las palabras que habían prolongado un eco interminable en todo mi cuerpo. Entre torpemente al baño, me mire al espejo, me veía patetica, le hubiese dado un abrazo a mi reflejo para que dejara de llorar conmigo. Una tenue luz de atardecer agonico entraba por la ventana. Me quite la ropa casi sin darme cuenta. Entre a la ducha, el agua tibia golpeaba mi cabeza palpitante de dolor. De pronto el agua calida, comenzo a salir fria, ya no podía regular la temperatura, y llore tontamente de pena y de frio. Mucho frio... Y...
Bueno, recorde ese día por casualidad. La memoria guarda trozos que salen a flote en cualquier momento. Ahora lloriqueo de miedo. De pronto mi mente se pierde en una niebla espesa y me acorrala el panico a la vida, el miedo que siento cuando mis dedos tiemblan y no puedo escribir porque la niebla me hace avanzar directo a la nada, la nostalgía que me consume cuando imagino los ojos de él besandome. Si sigo postergando el encuentro... quizás su corazón se canse de latir por el mio, pero mi corazón no se agota de este amor. Con o sin miedo Lo amo de la misma forma, igual que ayer y mañana...De pronto me di cuenta que le temo más a la vida que a la muerte...