sábado, 27 de junio de 2009

Infiel.


Lloró toda la noche, a duras penas durmió uno que otro minuto. Despertaba a cada instante con esa pesadilla hecha realidad pegada en sus ojos, y entre sudor y lágrimas, su cama parecía un lecho en medio de la una lluvia tan intensa como su pena.
Cuando el sol estaba saliendo y penetrando sus cortinas cerradas, al fin logró conciliar el sueño y hacer descansar sus ojeras fantasmales. Mientras dormía, parecía una muñeca de porcelana, pero con la angustia que traía encima, esta vez seguía siendo una muñeca, pero deshecha por los años y maquillada con su ánimo destruido por amor.

- Ábreme la puerta... Sé que estás ahí. Dijo Alejandro, con la voz llena de miedo y su mano izquierda repleta de rosas azules, y con su mano libre de objetos pero llenita de objetivos, tocó la puerta con tal ternura que parecía estas pidiendo disculpas antes de tiempo.
- Ahora vienes... Espera un poco. Respondió Helena, con un tono orgulloso, pero en su garganta se estancaba un nudo de lágrimas, como para continuar el cuando que dejo a medias en la noche. No sabía que diría al dejarlo entras a su habitación impregnada de decepción y olor a humillaciones, Helena daba por seguro que vería a Alejandro con su cara de perro arrepentido volviendo a su ama. Lo malo, es que éste no era un perro fiel...

Helena se vestía con lentitud para hacerlo esperar, luego se aseaba con rabia, por no poder limpiar los rastros que dejo el dolor, al menos el maquillaje hacia uno que otro buen acto para tapar su cara seca, por la falta de su rubor natural; en momento como aquellos, sus mejillas ya no eran rosaditas como en las tardes de goce, cuando su novio la llevaba de la mano como si nunca la fuese a liberar de esa dulce prisión. Mientras Helena se empeñaba en verse hermosa como de costumbre, Alejandro esperaba tras la puerta, mirando el reloj a cada instante, contando los minutos, y echaba raíces con el castigo que Helena le daba, haciéndolo esperar y esperar para que su conciencia se llenara de remordimientos. Se tomaba la cabeza con desesperación, mirando el techo blanco teñido de gris, como si de allí le fuese a caer una solución divina... Y de tantas veces, eso nunca pasó.

Después de un largo suspenso entre el perdón y el orgullo, Helena abrió la puerta y Alejando le entregó las rosas, observándola detenidamente con su cara de animal arrepentido. Helena recibió las rosas, en su mirada había una mezcla de amor y odio, pero de inmediato arrojó las flores al piso y justificó esa acción diciéndole a Alejandro que esas rosas no sobrevivirían en el jardín tan podrido que ambos habían construido; al oír esto, Alejandro dejo caer una lágrima que parecía de cristal, entonces Helena lo volvió a mirar, pero esta vez su mirada no contenía nada odio, por el contrario, sus ojos se iluminaban de un amor que apenas le caía en todo el cuerpo. Le secó la lágrima con su delicada mano hecha de plumas y vida. Pasaron unos cuantos minutos, Alejandro dio un largo suspiro, luego tomó aire con fuerza, para no quebrarse de rabia y vergüenza...

- No fue mi intención, yo...
- No quiero saber detalles, no me digas nada, estas historias ya son parte de nuestra historia. Interrumpió Helena con una voz envuelta de indignación.
- Es que soy hombre, de esos que se dejan llevar. Tú no entiendes, mi vida, mi sexo es más fuerte que mi corazón. Argumentó Alejandro, tratando de justificar los errores que cometía con sus cinco sentidos bien puestos...
- Si entiendo lo que dices, también entiendo que seas un idiota, y a la vez, comprendo que eres un asesino.
- ¿¡Asesino!?, qué cosas dices...
- Digo que eres un asesino, y con justa razón. ¡Porque estás matando nuestra relación!. Y se dirigió a su cama, se echó a llorar como tempestad en pleno invierno.
Las manos de Alejandro temblaban, no soportaba verla así, le daba impotencia estar conciente de que él era el culpable de la constante pena de su engañada novia. Se acercó a la cama, y se sentó en una orilla, Helena lloraba y lloraba, se tapaba la cara de pura ira y vergüenza de estar en ese estado, al borde de morir de amor. Alejandro buscó una de las manos de Helena entre el cabello desordenado que caía en su rostro que hervía de rabia y pena. Tomó su mano con fuerza para no recibir una cachetada imprevista de su novia, presa de la desesperación y el pánico a un cierre definitivo, un quiebre inevitable.

- No te soltaré, no es necesario que respondas, tan sólo escúchame si puedes salir de tus pesadillas con los ojos abiertos... De todos las veces, mi intención nunca fue serte infiel, tan sólo las cosas pasan sin que me de cuenta. Cuando me domina el deseo, no puedo hacer nada, es algo que se escapa de mis manos, son mis demonios lo que me obligan a pecar. Pero yo Te amo a ti; no hay mujer en el mundo que con su seducción logre sacarte de mi corazón. Es que tú eres mi copo de nieve, siempre fría y blanca, majestuosa como un paisaje de invierno. Ahora la mayoría, una noche o dos, y después hace lo mismo, pero con otros, pero yo sé que tú estarás todas las noches de mi vida, y juro que pediré ayuda, ya no quiero engañarte con otras, que no valen nada para mí... Admito que soy un patán, pero yo no quiero dañar tu corazón de oro... Y tienes razón, soy un asesino, un maldito y estúpido asesino...
Con esas palabras Alejandro terminó su discurso amoroso, las lágrimas de Helena se secaban con el dulce aliento de su amado. Helena estaba exhausta después de una noche de lamentos y una mañana de llantos esperados, tras oír con atención las declaraciones de su novio, sonrió, el cansancio la venció, y antes de convertirse en una muñeca de porcelana, miró a su Alejandro, aún con los ojos húmedos, le dijo cuanto lo amaba y se puso a dormir como un bebé satisfecho y llenito de amor...

... Aunque ese día no era gran novedad, esos engaños sucedían dos o tres veces al mes, las discusiones intoxicaban el aire de la casa, pero siempre las disculpas de Alejandro convencía a Helena y todo volvía a la calma, hasta que de nuevo comenzaba el ciclo de la eterna infidelidad... Y yo no sé, si ahora ser fiel es una virtud o un milagro, ó quién sabe. Pero cada uno es fiel en la medida que deseé serlo... A menos que el cuerpo no responda.

2 comentarios:

Zadquiel dijo...

era muy ñlargo para lerlo hoy xD, oye enferma maniatica, te e dejado mensajes en el msn en todas partes y ni me pescas, mm pienso que estas molesta o algo por el estilo,

pucha realmnte verte pronto, echo de menos los cafe y las empanadas d epino con carne picada xD, ahora tengo que invitar yo, no crees?

cuidate niña

Zadquiel Sokaa

Unknown dijo...

ola mi ninia lei tu relato pero no c en ke podria mejorar o ayudar de verdad no caxo muxio pero si me gustaria ke relataras en primera persona...creo ke seria mas creible...besitos