sábado, 9 de enero de 2010

Cambios I.


Contaba con euforia las horas, tachaba con cruces los días pasados. Iba en una cuenta regresiva que cada vez aumentaba el tamaño de mi sonrisa. Varias veces al día me buscaba en el espejo para decirme a mí misma que estaba siempre bella, esperando a nuestro nuevo encuentro. Le recordaba a cada instante que pronto nos veríamos, y él me contestaba que ojalá el tiempo pasara mucho más rápido, entonces ambos sonreíamos simultáneamente a lo lejos.
Entonces llegó el día. En vez de sentir mariposas en el estómago, yo creía ser una de esas criaturas, porque hasta alas podía ver enhebradas en mi espalda, es cierto, ya podía volar hasta sus brazos eternamente protectores. Ansiaba tanto oír un Te quiero aflorando de su boca y cayendo en mi cabello. Así fue: Te quiero -me dijo-, y yo a ti -le respondí mientras mi cabeza reposaba en su pecho-.
Me llevó por calles en las que ni en sueños había transitado. No conocía su nuevo hogar, pero ya estaba ahí, paciente a que el amor hiciera lo suyo. Me volvió a decir Te quiero, y le volví a dar la misma respuesta, mientras un beso nos comenzaba a otorgar completo silencio. Poco dialogamos, pues la piel expectante no emite palabra alguna; el deseo es poesía esperando a ser escrita. No hubo nada que reprochar, ni siquiera algo para debatir; el resto fue pasión, ésa que estaba guardada desde hace mucho y repartida entre sueños sucesivos. Nunca antes sentí algo similar, pero será tema para otra ocasión...
Viene el problema. A pesar de todo lo ocurrido, se ha alejado. Está guardando distancia, ya no me habla, al parecer, no hay posibilidad de vernos. Me dice que quiere un poco de paz, pero no entiendo, necesito al menos darle una palabra de aliento, y no creo ser un caos en su vida para que me pida aquéllo. Sólo lo quiero ayudar, mas no me deja hacer nada por él. Mi corazón se ha viciado extrañando cada buen momento, cada sensación, cada palabra, y en resumen, su sola presencia frente a mí. Lo necesito, pero dudo que él a mí. ¿Será el calor quien habrá derretido todo? (...)
A todos les he intentado contar como me siento realmente, he llorado cuanta lágrima a solicitado escapar de mis ojos encendidos de incertidumbre, y aún así no consigo calmar este dolor. Nadie entenderá cuánto duele, pues me es imposible decir “Pon tu mano aquí, con la yema de tus dedos acaricia de arriba hacia abajo, siente la profundidad de esta herida, y ahora si puedes, presiona hasta el fondo para que el dolor se retire de su zona” (...)
Sólo quiero un retorno o esperar por el final. Caigo de una nube y no sé dónde esté el tope de este maldito vértigo. Por favor, que ya no duele con tanta insistencia esta jodida grieta.

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