viernes, 8 de enero de 2010

Tenía miedo.


Aparentaba más edad de la que tenía, pues su altura destacaba sobre todas las cabezas de los transeúntes y sus gafas oscuras ocultaban sus resplandecientes ojos verde esperanza. Su piel era extremadamente pálida, como si nunca hubiese paseado bajo el sol, pero el secreto de aquella blancura era siempre caminar bajo la sombra de los árboles y en días de tramites casi eternos, llevaba una sombrilla que cubría toda su silueta de los rayos ardientes. No era de muchos amigos, ya que nadie le comprendía cuando hablaba de temas filosóficos. Él pensaba que toda la gente prefería hablar de música, el clima y muchas veces, sólo de cosas que no llevaban a ninguna parte. Cuando alguien le preguntaba algo que consideraba vacío, contestaba con otra pregunta, situación la cual dejaba a su receptor con una duda más grande que la del comienzo de la conversación. En caso de hallar algo sumamente burdo prefería callar y hacer de su silencio la ironía más impactante que se podía demostrar. Era amante de las hojas secas en otoño y eterno lector de cuanto libro encontrara a su paso. Adoraba su soledad, porque prefería estar en paz consigo mismo que buscar empatía entre seres cínicos e incomprensibles. En la calma y acogimiento de su hogar podía hablar con sus familiares con la confianza que no encontraba fuera, podía dialogar por horas con respecto a temas sumamente complejos, por lo cual muchas veces sus parientes le respondían con sólo una sonrisa de no entender con exactitud todo, pero era señal de escuchar con toda la atención del mundo y entrar en esa atmósfera de misterio interminable. Los más cercanos a su entorno lo hallaban un hombre culto y casi un súper héroe por lo valiente que se veía al caminar con su pecho sobresaliente, aunque sólo su familia notaba un miedo que lo aquejaba cada noche. Arriba de su cabecera tenía una lámpara pegada a su pared que colgaba. Dormía con ella encendida toda la noche, para estar siempre alerta. Bajo su almohada guardaba un encendedor y una vela blanca. Efectivamente, le temía de sobremanera a la oscuridad. Argumentaba su pánico diciendo que la noche era traidora, ya que le daba manos vivientes a las ramas de los árboles, que amenazaban con acercarse hasta llegar a sujetarlo del cuello, también decía, que a cada objeto inerte le daba vida y respiración para que al momento de tantear se sintiese perseguido por elementos los cuales lo dejaban paralizado ante la incertidumbre de saber si lo atacarán o no, y por último, planteaba que la oscuridad podía hablarle al oído y decirle que ya no se encontraría en ningún lugar. En resumen, su temor se basaba en no saber en dónde se encontraba y en esperar a que una bestia lo mordiera con brutalidad. Por esos motivos, muchas veces prefería meterse a su cama antes de que el sol se marchara tras la montaña. Encendía su lámpara y se aseguraba de que sus opciones secundarias siguieran bajo la almohada. Cerraba los ojos con fuerza para no abrirlos en medio de la noche y sentir el ruido de un grillo cantándole en la espalda podría ser lo peor que le pudiera pasar en medio de la madrugada. Así pasaba todas las noches, inspeccionando que su cuarto tuviera suficiente luz para no caer a un pozo sin fondo. De cuando en cuando los ruidos del patio lo despertaban, sentía los perros ladrar y algunas veces el viento golpear su ventana, en esas ocasiones se tapaba los oídos para no seguir escuchando y volver a dormir lo más pronto posible. Tomaba las sabanas con firmeza y se cubría hasta la frente. Sus cortinas cubrían los vidrios por completo, así como una camisa de fuerza apretando a un loco de atar. Para qué decir; le tenía a prohibido a todos en casa que se fuesen a meter a su habitación por la noche, pues podía morir de un infarto al sentir pasos provenientes de los lúgubres pasillos. Alguna vez deseo ver el amanecer tomado de la mano de una señorita que conocía hace años. Ella le contaba que le encantaba ir a la playa, no dormir por estar tirada en la arena fresca mirando las estrellas, y luego sentarse en las rocas hasta ver como salía el sol una vez más. Lo más probable es que admirara la valentía de aquella niña por permanecer ante el crepúsculo sin temblar. Lo cierto es que nunca cumpliría esa dulce fantasía pues ni la mano de aquella joven podría quitarle el temor de las venas, él ya lo sabía, y de todas maneras no se dejaría llevar por una mirada que lo llevase a su peor perdición.
En verano las noches se tardan mucho más en llegar, y en esa estación podía tomar un pequeño respiro y regar su jardín a eso de las 8:30 pm. Apenas veía el cielo anaranjado y el sol vibrar cada vez más bajo del cielo, cortaba el agua con suma rapidez y corría por los pasillos de la casa hasta llegar a su cuarto a realizar el mismo ritual ante la espera del anochecer. A pesar del abundante calor se metía a su cama igual, se volvía a cubrir con las sabanas a pesar de respirar ese aire ardiente. El calor, al igual que la noche, también es traidor. Una noche despertó en medio de una pesadilla en la que se hallaba en el infierno, una lava rojiza le cubría los pies, buscaba huir, pero no tenía escape, desde lejos un hombre vestido de negro lo miraba fijamente a sus ojos llenos de horror. Entre parpadeos nublados logró despertar completamente, con el corazón agitado miro el reloj que estaba clavado frente su cama, 3:15 am, y al sentir su cuerpo otra vez, noto que un sudor sofocante le invadía desde el pelo hacia abajo, sus sabanas húmedas no le podían brindar un poco de aire fresco, y la lampara arriba de su cabeza le quemaba el pensamiento sin piedad. Por un momento pensó en levantarse, pero llegar a concretar aquella idea le provocaba nauseas. Observó como las manecillas del reloj avanzaban lentas y tortuosas, cada paso del segundero hacia eco en su corazón desenfrenado. Seguía cubierto de aquel infierno de su pesadilla, pues ardía por completo en esa fiebre de verano. No aguantó más; con las manos temblorosas lanzó las sabanas hacia atrás, se enderezó de apoco, puso sus pies en el suelo, inseguro de su propia fuerza comenzó a caminar con cautela hasta llegar a la puerta de su habitación. Lo dudó, con pánico logró aceptar que sólo iría al baño unos pocos segundos para refrescarse y poder respirar en paz. Abrió la puerta casi a punto de desmayar, caminó por los pasillos tratando de no tantear nada con sus manos que esta vez sudaban frío, recordó el trayecto que hacía en el día por los mismos pasillos, y por fortuna encontró sin dificultad las luces de cada rincón. Se sentía un poco más seguro, pero aún así no haría el intento de mirar por la ventana. Con el corazón casi en la mano llegó hasta el baño, encendió la luz de un sólo golpe, cerro la puerta para que nadie fuese a entrar. Se miro al espejo con paciencia y sintió vergüenza al ver tanto pánico reflejado en la mueca de su rostro, dio la llave del agua, frotó sus manos estilando en su cara, luego agachó su cabeza para que el agua recorriera todo su cabello, y ya al fin aliviado pudo cortar el agua de inmediato. Todo había salido bien, o al menos eso creía. De repente ocurrió un corte eléctrico, se vio sumido en la oscuridad, volvió a tiritar y a sentir como el pecho se le estaba a punto de desgarrar. Explotó en un llanto silencioso y se quedó pasmado pensando torpemente en una solución. La sugestión lo llevó a creer que criaturas desconocidas caminaban por su lado tratando de intimidarlo, y no deseaba que la oscuridad le empezara a susurrar su muerte al oído. Recobrando un poco la cordura, decidió arriesgarse a tomar una caja de fósforos que vio sobre la taza antes del corte, con las venas a punto de estallar lanzó sus dedos en la dirección que considero correcta, al tocar la baldosa tuvo la misma sensación de estar posando las manos sobre una lápida gélida, se le erizó toda la piel, tomó la caja, la agitó, y para su preocupación notó que sólo un fósforo saltaba al interior. Provocó esa fricción entre el costado de la caja y la cabeza del fósforo, sus lágrimas secas se veían relucientes frente a la pequeña llama, pensó en correr por los pasillos y meterse a su bendita cama al fin, pero se contradijo creyendo que su diminuta antorcha se apagaría con la velocidad de su huida. Una gotera maldita le retumbaba en los oídos, mientras tanto se tiró al suelo en posición fetal con el fósforo en alto contemplando su alivio momentáneo. La llama se acercaba a su fin, pero no dejaría que esa luz se marchara. El fuego comenzó a encender sus dedos, yacía su piel roja y viva al descubierto. Pasó segundos eternos con un dolor que nunca había imaginado sentir. La llama se estaba devorando su mano derecha, se mordía los labios de dolor, consecutivamente un hilo de sangre goteaba por su mentón y su cuero caía muerto al piso oscuro. No soporto más la tortura, con taquicardia sacó fuerzas para soplar el fuego, de rodillas avanzó hasta una esquina en donde había un balde con agua, introdujo su mano al rojo vivo dentro de él, y vio como se perdía su última esperanza de ver la luz. Volvió a la posición fetal en la que estaba, sintió un ardor insoportable en su mano derecha, entonces la puso en el suelo para no pasarla a llevar con su piel sana y salva, de nuevo se dispuso a llorar, pero esta vez de miedo y de dolor por la enorme quemadura. Estaba aterrado, rezaba a ver si Dios lo podía salvar del infierno que lo estaba consumiendo, pero no ocurrió nada. Desconsolado siguió sintiendo sus lágrimas recorrer su cara desfigurada de impresión. El corazón no le daba tregua y se combinada con el zumbido de aquella gotera tan molesta. Hubiese dado cualquier cosa por apagar su vida de una vez por todas y acabar con el pánico que se estaba comiendo su sano juicio. Estaba tomando la decisión si acaso sería mejor desistir en la oscuridad que lo estaba rodeando o cerrar los ojos y morir en su oscuridad interna. Así pasaron las horas; intento dormir, pero se sentía invadido por cuanto espectro se le venía a la mente, se revolcaba de un lado a otro, desesperado, deseando que todo acabase lo más pronto posible. Sentía como si hubiese estado días ahí, una fatiga enorme le gritaba en el estómago, realmente estaba en el infierno, pues no paraba de sudar el calor que le emanaba de cada tramo de su silueta retorcida de temor. De pronto, en medio de su locura, vio un pequeño rayo entrar por la ventana que estaba al lado de la ducha. Se paró temblando, cuidadoso de no pasar a llevar su mano teñida de rojo, y con su mano izquierda se atrevió a abrir la cortina. El sol estaba saliendo al fin, ya podía mirar cada rincón y elemento del baño. Con alivió y exhausto de tanto luchar contra su miedo se volvió a lanzar al suelo, no se podía las piernas, estaba demasiado cansado, y arrastrándose se dirigió hasta la salida, alzó sus dedos lo más que pudo y abrió la puerta a duras penas. Volvió al arrastre, y se hallo fuera de la prisión que lo había mantenido encerrado durante la madrugada. Una vez más soltó el llanto, éste era una mezcla entre alivio y pena. Gritaba, golpeaba el suelo lanzando mil maldiciones en contra de la mala suerte que casi lo hizo perecer ante la maligna noche que tuvo que pasar. Miraba su mano herida, y lloraba con más ganas frente a la fealdad de su carne viva. Su cuerpo estaba agotado, pero su voz no se quebraba a la hora de seguir maldiciendo al cruel destino y a aquella situación tan normal que casi lo llevo al desquicio. En casa aún nadie despertaba del profundo sueño, no le podían oír mientras estaba en el piso quejándose de angustia y rabia. De igual forma le ganó el cansancio, de a poco fue cerrando los ojos, y al fin volvió a descansar de nuevo, sin preocuparse de encender luces ni velas....

4 comentarios:

Johel dijo...

Wow!
al principio, todo me pareció exquisito, después de la mitad, creo que debo decirlo; perdió el hilo del encanto.
Y el final no me gustó mucho, que tal si lo cambias.

Pero eres buenísima escribiendo, sigo sin conocer a alguien que lo haga tan bien como tú.

Pd: Yo nunca miento

Xyn !* dijo...

No sé, así salió el comienzo, el intermedio y el final. Pero es cosa de gustos ^^. Lo publiqué en Textale y a todos les ha encantado, pero si no hayas tan buena la historia, es simplemente algo del paladar :P.

Y gracias por el halago de que escribo tan bien *-*.

MegaLayer dijo...

Buenísimo,me gusto mucho el escrito,hay muchas cosas como en las de la historia que suelen suceder de distinta forma en la vida cotidiana,esta buenísimo,no conozco a alguien que escriba mejor que tu,conozco muchos que escriben pero como tu,nadie =D,mi humirde comentario xB,se le estima Señorita (L),Bye !!!

Xyn !* dijo...

Gracias a los dos! :)... me halagan totalmente (L).