viernes, 23 de abril de 2010

¡Espíritu!


Quiero tantas cosas, pero no por ambición, sino porque la vida me pide que la llene de gratos momentos –así es, la vida me susurra, de un lugar que no logro precisar aún-. A veces deseo tocar una nube, sentir el pasto crecer y no estornudar en el intento, mirar el sol y no quemarme los ojos, respirar y que el aire ya no sea gris, gritar y oír la respuesta de los transeúntes en vez de los autos al andar, caminar y que el cansancio no me vuelva a vencer.
De cuando en cuando necesito una copa de alcohol que nunca se agote, un cigarrillo que no se apague bajo la lluvia, y que esa misma lluvia no se confunda con el llanto. Sí, es cierto, suelo llorar a menudo, pero no es por amor a la exageración, es por la lealtad que tengo con mi sensibilidad. Algunos dicen que llorar es de cobardes, yo al contrario, digo que llorar es humanamente hermoso; corre el caudal que ahoga a la cólera. ¡Qué haría yo con un río transparente dentro de mí!, nadar en mi propio martirio. Por eso prefiero expresar todo dolor, para así sonreír casi al instante, sentir que nada me hunde, que todo se puede solucionar tarde o temprano, cuando las lágrimas digan adiós. Amo reír, porque es lo que me mantiene fuerte mientras las adversidades tratan de llegar. Adoro las sonrisas a mi alrededor, pues pareciera que el día nunca fuese a tener final.
Y ¿Qué puedo decir de la vida?, no tiene duración de unos cuantos años, digo que es eterna, no por el motivo de que deduzca que haya vida más allá de lo terrenal, porque aunque los cuerpos ya no estén, otra existencia se hace perdurar en el tiempo; los recuerdos, que alguien piense en ti, que varios recuerden tu nombre, que tu sangre corra por venas de muchos, que la esencia de las huellas quede de forma invisible en tierra fértil, que la voz navegue infinitamente por cielo y las generaciones siempre sabrán que dimos un gran paso por estos lados.
He pensado, dando centeneras de vueltas en mi cama, preguntándome muchas cosas que todavía no logro responder. Quizá simplemente sea que los mismos misterios de la vida son los que me llevan a vivir. Las interminables incertidumbres son las que me mueven a pensar en un futuro, en un mañana con conocimiento de lo que aún no puedo develar. Sin embargo, siempre he querido saber por qué este corazón fracasó cada vez que intento latir con mayor intensidad. Y ahora está solitario, esperando a que algún día la fortuna esté de nuestra parte… Algún día. No puede ser, no es posible que siempre me encuentre con traiciones. Quizá mi nobleza me quita lo interesante o todos están ciegos.
Me gusta fabricar sueños. Quiero amor, que de alguna manera la madre tierra no siga furiosa por nuestra despreocupación, que con tan solo un abrazo pudiera sanar la pena de muchos, que los mendigos ya no duerman en la acera fría y cruel, que la desesperanza uno de estos días se vaya de los ojos de los desdichados y que nuestra dicha no se base en lo mundano. Me gustan las utopías, aunque digan que no existen, habrá algo que se acercará, aunque sea un poco, a ese ideal.

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